martes, 11 de marzo de 2008

BODA A LA VISTA

Boda a la vista, o eso parece a raíz de lo que publican hoy varios medios de comunicación franceses: Alberto de Mónaco piensa casarse a final de verano. Su novia es la campeona olímpica de natación sudafricana Charlene Wittstock. El príncipe ha decidido que, ahora que va a cumplir los 50, ya está lo suficientemente maduro como para asumir el reto del matrimonio y, como hizo su padre, que mejor que con una joven estrella rubia extranjera. Lo de ser extranjero no es relevante en n país tan pequeño como Mónaco, ya que lo que puede resultar más complicado es encontrar alguna nativa. La diferencia de edad tampoco parece ser relevante, ya que hay 20 años de diferencia. Los rumores de por qué rehuía el matrimonio finalizarán, si se consuma el matrimonio en una ceremonia digna de la portada del “Hola”. La eterna duda sobre sus tendencias sexuales ya quedó descartada al conocerse que el Príncipe tiene dos hijos, de dos mujeres distintas. Lo de “póntelo, pónselo” no se debió de promocionar suficientemente en Mónaco.

Con todos estos datos e ingredientes, sólo falta que haya confirmación oficial y fecha. Después de 52 años, volverá a haber una boda principesca en Mónaco, con novia rubia, con las hermanísimas escoltando a su hermano, Ernesto brindando con una copa en la mano como él sólo sabe hacer, dos misteriosos herederos llevando las arras y la prensa internacional trasladando al mundo las imágenes de un cuento de hadas sorprendente a estas alturas de milenio, en un minúsculo país más parecido a un gran casino de Las Vegas o Macao que a un pequeño estado.

Mientras esto sucede en la Costa Azul, en uno de los países más grandes del planeta se preocupan por la educación de sus habitantes. China prepara a sus vecinos para que los visitantes olímpicos no piensen que lo suyo no son las buenas maneras. Se ha establecido que el día 11 de cada mes sea “el día de la cola”: quieren que los chinos entiendan que es civilizado hacer cola, respetar los turnos y también ceder el asiento en los transportes públicos. Esto último hay que potenciarlo aquí también, que se nos está olvidando. Siguen con el empeño de erradicar el escupitajo como costumbre. Mientras uno espera una cola, se aburre, y habrá quien se dedique a escupir para pasar el rato. Pues tampoco está bien. Recuerdo una exquisita cena en un jardín tropical en Guangzhou, con langosta hervida como plato principal, totalmente amargada por la presencia de unos comensales en la mesa más cercana que decidieron aderezar la mía con frecuentes escupitajos que lanzaban a las plantas cercanas mientras departían alegremente. Definitivamente, es una muy mala costumbre.

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