domingo, 20 de abril de 2008

LA PAZ VOLATIL

“La paz volátil” es el título de un libro que acaba de publicarse y que ha sido escrito por Enrique Cantos, inspector de policía jubilado que ha recogido sus experiencias en torno a las flatulencias. Experiencias propias y ajenas, porque ya sabemos que los pedos se comparten en numerosas ocasiones. Sí, es un tema escatológico, pero da mucho de sí, no es desconocido para nadie y pocos se han atrevido a estudiar y catalogar estos efluvios. Enrique Cantos, que se define como “experto en marrones” ha encontrado material de estudio y análisis como para escribir una obra de 212 páginas. Se reconoce amante de la música y ensalza la sonoridad de los pedos, “cuanto más rotundos mejor”. El mundo de la música aún no ha reaccionado ante esta comparación que puede molestar a los más sensibles, que son legión entre los melómanos. Los Fans de Francisco de Quevedo, si es que Quevedo ha tenido fans alguna vez ( lo digo porque no recuerdo haber conocido a nadie con pegatinas de Quevedo en su carpeta estudiantil) podrán comparar este libro con el famoso “gracias y Desgracias del ojo del Culo”, una obra maestra pionera en esta temática tan escatológica. Sin conocer los detalles de “La paz Volátil”, estoy seguro de que Quevedo gana por goleada.
El libro del Señor Cantos reconoce muchos tipo de ventosidades. Habla del “pedo parlante”, “el Imperial” ( miedo me da éste), el “Terminator” ( éste aún más), el “Saturday night” ( me tiene desconcertado, salvo que haga referencia al pedo que much@s se cogen los sábados) y no podemos olvidar al “pedo de fuego”, siempre ardiente.

No sé qué dirá la crítica de este trabajo, pero seguro que desde la editorial se propondrá una líneas para definir la obra. Algo así: “ el autor rebusca en su interior para llenar 212 páginas con experiencias, íntimas y compartidas con otros, aporta todo de sí mismo, perfuma su obra con asuntos de todos conocidos, que hacen que el lector sea partícipe y se vea claramente identificado en numerosos momentos de la narración.” Sí, un poco de asco sí que da.

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