Cuántas preguntas pasan por la cabeza cuando sucede un desfalco como el descubierto en el Museo Guggenheim. Roberto Cearsolo, Director de Finanzas del Gugenheim, despedido fulminantemente el pasado martes, reconoce en una carta dirigida al Director del Museo que se ha apropiado indebidamente durante 10 años de una cantidad cercana al medio millón de euros. Como lo de las cuentas es lo suyo, la cantidad exacta y reconocida por él asciende a 486.979 euros. Y 38 céntimos. Hasta los céntimos robados los tenía bien apuntados en un libro de contabilidad. Se me ocurre que confesar un delito, pedir perdón, reponer lo robado no sirve en casos como éste. No ha robado una vez, sino 23, que son las que ha echado mano de las cuentas a lo largo de 10 años. Se me ocurre pensar que todo el pastel se ha descubierto cuando Roberto Cearsolo estaba de baja, con lo que su confesión por escrito diciendo que “ no aguantaba más la situación” es poco creíble, ya que si él hubiera estado trabajando, seguro que el desfalco seguiría produciéndose.
¿Qué le ha llevado a Cearsolo a apropiarse de este dinero para uso propio? No lo sabemos, porque conocemos otro casos de ladrones de guante blanco que ya puestos, no roban esta cantidad, sino que hacen un desfalco millonario en toda regla. ¿Por qué reconoce su delito? ¿Realmente tendrá cargo de conciencia o, ante lo evidente de su acción, le han asesorado que confiese y devuelva el dinero para que sea un atenuante? ¿Debe servir de algo el arrepentimiento cuando uno lo comente con reiteración y abusando de la confianza depositada? ¿Quién controla al controlador? ¿Debe de haber más responsables?
Medio millón de euros es mucho dinero. Pero para quien ostenta un alto cargo e imaginamos que muy bien pagado, no es tanto. Si lo piensan fríamente, medio millón de euros cuesta un apartamento de 60 metros cerca del Guggenheim. O cuatro o cinco plazas de garage. Sí, es dinero, pero para quien no tiene con su sueldo problemas para pagar la hipoteca no parece un robo muy inteligente.
Hablando de arte, el Greco nos acercó al tenebrismo. Picasso tuvo su època gris y Mark Rothko fue oscureciendo su obra según entraba en una profunda depresión. Con estas malas noticias, el titanio del Guggenheim ha perdido algo de su brillo.
miércoles, 16 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario